Muchas personas se preguntan… ¿Por qué una persona superdotada no es un verdadero genio capaz de producir obras excepcionales o tener ideas verdaderamente grandes que dejen su huella en el mundo, si sus capacidades intelectuales deberían permitírselo? Analicemos los rasgos de carácter que faltan para ser verdaderamente excepcional.
Einstein, Curie, Mozart, Shakespeare… ¿Qué procesos se dieron en sus prodigiosos cerebros? ¿En qué se basa la genialidad? No acaban las palabras para describir a las personas con altas capacidades intelectuales, pero… falta un paso más desde la mera inteligencia hasta la verdadera genialidad, que los psicólogos intentan alcanzar elaborando un exacto perfil del genio; y que las neurociencias se esfuerzan por descubrir siguiendo el desarrollo de la creatividad en el cerebro; y que los investigadores intentan descubrir estimulando la fibra de la genialidad que hay en cada uno de nosotros. Así es como cada gran descubrimiento ha sido pensado…
¿Lo has sorprendido alguna vez en acción? Puede tomar la forma de una elocuencia extraordinaria, un cálculo mental increíble, una idea sorprendente o un talento artístico desmesurado, todo depende. Y viene sin avisar, de un colega, de un amigo, de un desconocido, o incluso de un niño… La palabra se lanza al aire como si fuera evidente: «Esto es de un genio, realmente«.
¿Genio? ¿Qué es exactamente?
La palabra es difícil de entender en su totalidad, pero sus representantes son legiones. Albert Einstein, Marie Curie, Wolfgang Amadeus Mozart, William Shakespeare, por nombrar sólo algunos, están en esta lista de personajes célebres. Si existe una receta para la genialidad, se encuentra en las características que comparten estos ilustres músicos, científicos y escritores. Y, gracias a los diversos estudios realizados a lo largo de muchos años por psicólogos, historiadores y neurocientíficos, por fin estamos empezando a descubrir los misteriosos ingredientes. Esto significa que ahora podemos esbozar un verdadero retrato de un genio. Pero también observar el extraordinario funcionamiento de su cerebro. E incluso imaginar ¡cómo llegar a ser uno!
¿Qué es un genio?
En primer lugar, hay que distinguir entre genio y genialidad: el título, por un lado, y la capacidad, por otro. Los genios tienen genialidad sin duda, mientras que lo contrario no es necesariamente cierto. Las personas que lo son pueden no encontrar nunca su camino, pueden tener mala suerte en sus carreras o simplemente pueden no haber sido detectados como tales, es decir, pueden ser genios en ciernes. Esto no impide que sean brillantes en el día a día.
Hoy en día se sabe que, en el camino hacia ser “genio”, son necesarios una especial inteligencia y capacidades cerebrales extraordinarias. Sería fácil considerar las facultades intelectuales como el principal criterio de evaluación del genio: tienen la ventaja de que se miden de forma estandarizada gracias al test de cociente intelectual, cuya puntuación media se establece en 100. Lewis Terman, el psicólogo estadounidense que ayudó a desarrollar este test a principios del siglo XX, consideraba que un CI de 130 era el umbral de la genialidad. Sólo el 2% de la población podía aspirar a ese título, dado que el 96% de los humanos tiene entre 70 y 130.
Genio: una mente abierta
Pero, la inteligencia por sí sola no es suficiente. «En mi opinión, un genio es alguien que destaca por su contribución excepcional y duradera a un campo, como la ciencia, las artes o la política«, dice Dean Keith Simonton, profesor emérito de psicología de la Universidad de California (EE.UU.). Esta definición tiene poco que ver con la concepción del genio basada en la inteligencia. Se puede tener un alto coeficiente intelectual y no conseguir nunca nada, y viceversa.
«Creo que el genio tiene una forma única de ver el mundo, una forma más amplia y profunda. Suelen ser idealistas» – RUTH KARPINSKI, investigadora psicológica del Pitzer College, California (EE.UU.)
Cebra, API (Alto Potencial Intelectual), superdotado… no todas las personas reconocidas por tener grandes facultades mentales tienen el potencial de un genio. Y, por el contrario, un genio no tiene necesariamente un coeficiente intelectual desproporcionado. Dean Keith Simonton lo ha demostrado. ¿Cómo lo hizo? Estimando el coeficiente de inteligencia de 300 personalidades de las artes y las ciencias a partir de sus escritos y biografías. Copérnico, Rousseau y Rembrandt, por ejemplo, habrían obtenido 130 puntos. Por otro lado, Newton, Descartes y Miguel Ángel competían con Einstein en los 160 puntos. Por lo tanto, hay que añadir una facultad a la inteligencia para constituir la verdadera genialidad. ¿Pero cuál?
«Más allá del excepcional compromiso de cada uno con su disciplina, a la que muchos han dedicado su vida, todos los genios comparten un rasgo de la personalidad: la apertura mental, la capacidad de pensar sin prejuicios«, responde Dean Keith Simonton. En otras palabras, sus mentes no dudan en salirse del marco común, no tienen barreras en términos de creatividad. Emmanuelle Volle, neurocientífica del Instituto del Cerebro, continúa: «En neurociencia, la creatividad se define como la capacidad de producir algo nuevo, original y, al mismo tiempo, adecuado a un contexto o a una pregunta que nos hacemos, lo que implica una noción de intencionalidad. No basta con generar algo original por casualidad”.
Un genio tiene un alto coeficiente intelectual, pero no necesariamente excesivo
El cociente (o coeficiente) intelectual (CI) da una indicación estandarizada de la inteligencia humana y se calcula en relación con el resto de la población. El coeficiente intelectual promedio de la humanidad está fijado en 100, y sólo el 0,13% de la población tiene una puntuación superior a 145. Según estudios recientes Leonardo da Vinci incluso Descartes, pertenecieron en su época a este grupo tan exclusivo. Pero cuidado, un alto coeficiente intelectual no es sinónimo de genialidad. Aún se debe hacer algo brillante.
La llamada inteligencia cognitiva se refiere a la memoria, el razonamiento y la proyección espacial. En particular, nos permite representar mentalmente objetos complejos en el espacio.
Se necesita tener una creatividad desbordada
Esta extraordinaria creatividad puede expresarse de diversas maneras. Puede adoptar la forma de pensamiento divergente, es decir, la capacidad de generar tantas ideas como sea posible a partir de un punto de partida, para aumentar las posibilidades de encontrar la más original. Esto es lo que miden los estudios de psicología experimental mediante el test de uso alternativo. Este test consiste en pedir a los participantes que encuentren todos los posibles usos que se pueden atribuir a un objeto, un paraguas, por ejemplo. Y de pronto se convierte en un lavapiés, un acuario, un paracaídas, una protección en una tormenta de arena, un arma…
“Alguien que revoluciona su disciplina cambiando el marco teórico puede ser considerado un genio» FERNAND GOBET, Profesor de Psicología Cognitiva en la London School of Economics and Political Science (Reino Unido)
Además, hay que alimentar y estimular esta creatividad, sobre todo confrontando las ideas de los demás. Al examinar las relaciones sociales de unos 3.000 científicos y artistas eminentes, Dean Keith Simonton también descubrió que los genios no eran solitarios, en contra de la creencia popular. Tenían mentores y colaboradores. Y los que vivían en la misma época se relacionaban y se inspiraban mutuamente. Ya sea como amigos, como Newton y el filósofo John Locke. O como rivales, como Miguel Ángel y Leonardo da Vinci. Sin embargo, varios genios, como Albert Einstein y Nikola Tesla, afirmaron en su momento que, es en soledad cuando nacen los grandes descubrimientos, al tomarse el tiempo de hacer preguntas y buscar la verdad siendo extremadamente curiosos. Es necesario, por tanto, una combinación de periodos de soledad y momentos de confrontación de ideas con sus pares, para potenciar la genialidad.
Una cuestión de edad
Sorprendentemente, esta creatividad también parece obedecer a una temporalidad. Las ideas geniales suelen surgir poco antes de los 40 años, según un estudio publicado en 2014 por la Oficina Nacional de Investigación Económica de Estados Unidos. La oficina revisó las carreras de más de 500 premios Nobel e inventores del siglo XX. Dos tercios habían hecho su gran descubrimiento luego de sus 30 años, tras años de trabajo. Y sólo el 20% antes de cumplir los 30 años. Especialmente en las disciplinas más abstractas, como la física. Por encima de los 40, en cambio, las innovaciones son más raras. Quizás por el impacto del envejecimiento en las capacidades cognitivas.
La contrapartida de la genialidad creativa
La inteligencia creativa es la capacidad de encontrar soluciones originales e inesperadas a determinados problemas; pero, la genialidad creativa no estaría exenta de su contrapartida. «La apertura a la experiencia, especialmente entre los artistas, suele estar correlacionada con una cierta desinhibición cognitiva, es decir, la incapacidad de filtrar los pensamientos y estímulos externos. Esto es ciertamente muy útil para lograr que aparezcan nuevas ideas. Excepto que una desinhibición cognitiva extrema también está asociada a enfermedades mentales«, señala Dean Keith Simonton.
Genios con trastornos mentales
Aristóteles lo entendió bien. No hay genio sin una pizca de locura. Y, de hecho, no faltan ejemplos de genios que sufren enfermedades mentales. El filósofo Nietzsche era bipolar, el matemático John Nash luchó contra la esquizofrenia, Newton tuvo esporádicamente episodios de paranoia, Van Gogh tuvo episodios psicóticos… En un estudio publicado en 2017, investigadores en psicología estadounidenses demostraron que las personas con un coeficiente intelectual superior a 130 estaban más expuestas a trastornos mentales. De los 3.000 miembros de Mensa Estados Unidos encuestados, el 20% padecía trastornos de ansiedad, mientras que esto ocurre en un 10% de la población general. Y más de una cuarta parte sufría trastornos emocionales, versus el 9,5% de la población cuyo coeficiente intelectual es promedio.
¿Cómo se explican estos estrechos vínculos entre locura y genialidad? «Su forma única de captar el mundo, que es más amplia y profunda, les predispone a la preocupación y a la reflexión. Estos procesos cognitivos están implicados en la ansiedad y los trastornos depresivos porque pueden provocar la hiperactividad del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, que regula las respuestas del organismo al estrés«, argumenta Ruth Karpinski, investigadora de psicología del Pitzer College de California. «Las personas muy inteligentes suelen ser con frecuencia idealistas. Por ello, pueden sentirse impotentes a pesar de sus intentos por cambiar el mundo, lo que puede sumirles en cierta desesperación«, añade.
Según un estudio austriaco de 2013, habría un umbral de cociente de inteligencia alrededor de los 120, por encima del cual los participantes tendrían las ideas más originales. Debajo de este valor, el coeficiente intelectual ya no tendría ninguna influencia. Del mismo modo, si los trastornos mentales se vuelven demasiado patológicos, la creatividad se deteriora. Entonces, ser genio es complicado. No se trata sólo de tener el potencial, sino de desarrollarlo y convertirse en genio. En resumen, ser reconocido como tal por sus pares.
Desde un punto de vista puramente académico, un genio es aquel que sobresale de los demás expertos. «Un experto rinde mucho más que la mayoría de la gente en un campo determinado«, dice Fernand Gobet, profesor de psicología cognitiva de la London School of Economics and Political Science. «En matemáticas, por ejemplo, los que obtienen un máster pueden ser considerados expertos. Luego, los estudiantes de doctorado como super-expertos. Y así sucesivamente. Pero producen ideas dentro de un marco teórico esperado. ¡Mientras que el genio sigue estando por encima de eso! Es alguien que revoluciona la disciplina cambiando el marco teórico«, añade el científico.
Genios: ¿dónde están las mujeres?
Es entonces el renombre alcanzado, especialmente a través de los premios internacionales, el que se encarga de reconocer al «verdadero» genio. «En matemáticas, los ganadores de la Medalla Fields pueden considerarse genios, porque la mayoría de ellos tienen ideas que cambian la disciplina. Pero muy a menudo estas ideas no se citan en trabajos posteriores porque nadie puede entenderlas realmente«, continúa el profesor de psicología cognitiva. Y esta es otra característica del genio: a veces no se le comprende.
Pero cuidado, este criterio del renombre alcanzado puede ser engañoso. Muchas mujeres superdotadas, por ejemplo, han sido deliberadamente ignoradas. Es el caso de la química británica Rosalind Franklin, que identificó la estructura de doble hélice del ADN en 1952. Diez años más tarde, el Premio Nobel por este descubrimiento fue concedido a tres hombres. Asimismo, las observaciones de la astrofísica británica Jocelyn Bell hicieron que su director de tesis recibiera el Premio Nobel en 1974.
Así, la Academia Nobel apenas ha tenido un 6% de mujeres galardonadas desde 1901, es decir, 58 mujeres frente a 885 hombres. Y la mitad de ellas han recibido su premio en el siglo XXI. Aunque imperfecto, este dictamen de la historia nos permite de todos modos cuantificar a los genios según escala de la población. Según los cálculos de Dean Keith Simonton, basados en 5.000 científicos, filósofos, escritores y artistas eminentes de la civilización occidental repartidos en 127 generaciones, hay una media de dos genios por año. ¿Dos elegidos de entre cuántos candidatos que se considera son los “únicos” genios?
¿Y los genios atípicos?
Su coeficiente intelectual no es necesariamente excepcional y no han producido ninguna obra maestra. Pero sus capacidades cerebrales intrigan a los científicos. Como los hiperpolíglotas, como Vaughn Smith, un limpiador de alfombras estadounidense que puede hablar más de veinte idiomas. O los hipermnésicos, con una memoria infalible, que recuerdan todos los días de su existencia, como la estadounidense Jill Price. Y no olvidemos a los cinestésicos. Como el escritor británico Daniel Tam-met, que hace asociaciones sensoriales. Los colores con los sonidos, las palabras con los olores… Las superhabilidades mentales existen, pero no hacen realmente a un genio.
La receta para convertir un superdotado en verdadero genio:
Esta sería entonces la ecuación del verdadero genio: poseer gran inteligencia asociada a una buena dosis de creatividad, acompañada de un poco de locura y una mente abierta.
¡Y todo en las proporciones precisas!
En conclusión, sí, sí es posible desarrollar genialidad en un superdotado intelectual a partir del momento en que se trabaja la creatividad y se abre la mente… La pizca de locura vendrá seguramente por sí misma si se trabaja todos estos aspectos enfocados en una temática especifica…